El otro día me planté un vestido berenjena un tanto escotado (vale, muy escotado). Era domingo y hacía calor, diré para justificarme sin que en realidad sea necesario. Una amiga me comentó: 'bonito vestido' y yo le respondí que sí, pero que me lo ponía poco, porque para el trabajo era demasiado atrevido. Ella me miró escandalizada y cual feminista de los 80 me contestó con un discurso vehemente que estaba muy equivocada, que la mujer debería tener el derecho de vestirse como le diera la gana, mostrando su cuerpo hasta donde ella considerase y que la mía era una posición cobarde e hipócrita. Yo suelo regirme por aquella máxima que recomienda que donde fueres haz lo que vieres, así que si estoy en el trabajo -un entorno formal y bastante aburrido en sus planteamentos estéticos si atendemos a las corbatas y trajes que me rodean puesto que trabajo en un banco- a menudo me mimetizo y, a falta de corbata, me apunto al look de ejecutivo "notengotiempodepensarenmodelitosporqueestoymuyocupadopensandoencomohacerqueelbancoganemas". Pero hete aquí que llega el verano. El traje se vuelve excesivo. Los vestidos gritan desde el fondo del armario "tómame y verás que fresquita y cómoda". Jaja. En fin, que sí, querida amiga, que es fácil llegar a la conclusión de que tienes razón y de que la mujer ha sido abducida por una fuerza masculina terrenal que la ha convencido de que su cuerpo llama al pecado, de que si muestra provoca, y de que lo femenino es poco serio o profesional. Y es una idea que va mucho más allá y que nos dice que como mujeres profesionales nos falla algo: precisamente nuestro lado femenino. Claro que se habla en positivo de la "intuición femenina", y digo yo que las mujeres profesionales podrán beneficiarse de ella, pero siempre he considerado una gran injusticia considerar que una mujer ha acertado en x cuestión gracias a su "intuición femenina" en lugar de reconocer que algo de inteligencia personal habrá en su acierto. Y aquí llegamos a otra cuestión: la manipulación de las palabras. Y así, por ejemplo, cuando una mujer lo da todo por su pareja o por sus hijos, no es generosa, sino abnegada. En fin, qué gran tema para desarrollar en otra ocasión.
No sé si me atreveré a convertir el vestido berenjena en atuendo profesional. Quién sabe, a lo mejor algún día con el síndrome premestrual me obnubilo y lo hago. ¡Qué gran excusa nos han dado muchos hombres para cometer deslices!
miércoles, 6 de agosto de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario